Los ‘tamagochis’ eran unos juguetes en forma de huevo donde estaba alojada una criatura digital a la que se alimentaba, entretenía y hasta se le daba cariño. Fueron un boom a finales de los años 90. Por primera vez entraban en los hogares criaturas virtuales que condicionaban la rutina diaria. Una mascota virtual que dependía de las acciones reales.
Más de veinte años han pasado desde entonces. Y ya lo virtual no sólo condiciona las rutinas al tener una ‘pseudomascota’, sino que la vida entera se ve influenciada por los avatares que cada individuo, con acceso a las nuevas tecnologías e internet (individuo-mayoría). Ahora cada uno se crea, se cuida, se descuida, se embellece, se perjudica, se enaltece, se esconde, se arruina o se muestra a su manera.
A un adulto se le considera responsable de utilizar los recursos digitales y el mundo virtual como le plazca, a su libre albedrío (aunque cada vez hay más normativa surgida a partir de la vulneración de derechos), pero ¿qué pasa con los menores y con los jóvenes adolescentes y su particular ficción al enfocar los asuntos que se les presentan como adultos en formación y aprendizaje? ¿Cómo está influyendo lo virtual en sus vidas? O lo que es aún más grave y no por ello menos habitual: ¿Es lo virtual su prioridad?
En una etapa como la adolescencia, especialmente delicada para cualquier persona, la posibilidad de producir nuestra propia vida, anulando los defectos que generan los complejos y destacando sobremanera lo que, a ojos del resto, es aceptado como triunfo resulta demasiado tentador.
Los filtros de belleza y las poses estudiadas de los ‘selfis’ son solo la punta del iceberg. Se olvida la realidad y se vive con ilusión y empeño la ficción de lo virtual.
En la novela ‘Snow Crash’ publicada en 1992, Neal Stephenson, se adelanta a su tiempo con la idea del Metaverso, un espacio virtual colectivo y compartido. El Metaverso que Stephenson describe en su futurista novela es un sistema online que ha causado furor en la población, y al que diariamente se conectan millones de personas para vivir una experiencia inmersiva que muchos agradecen más que ese mundo distópico de la realidad en el que transcurre la novela. En ‘Snow Crash’ las naciones han quedado desdibujadas, hay mucha inseguridad ciudadana, y mucha gente vive en guetos con pocas esperanzas de una vida mejor. Por eso el Metaverso es la gran alegría de su día a día, al menos de los que se pueden pagar el dispositivo necesario para conectarse.
Los metaversos son, por tanto, entornos donde los humanos interactúan social y económicamente como iconos, a través de un soporte lógico en un ciberespacio, el que actúa como una metáfora del mundo real, pero sin las limitaciones físicas o económicas allí impuestas.
En cierta manera, ¿no se está abandonando la realidad para vivir de manera producida en un metaverso? ¿Son los menores y adolescentes carne de cañón para esta dualidad peligrosa entre su vida real y la virtual? Aun no se da la perspectiva para analizar y evaluar el proceso, pero todo apunta, según las experiencias de hijos, alumnos y más familia adolescente, que la confusión del verdadero yo con la proyección del yo virtual, presumiblemente mejorado a nuestra imagen y semejanza, puede generar a corto y medio plazo (o ya lo está haciendo), graves daños psicológicos entre los menores y los adolescentes, frustraciones y problemas serios de autoestima.
El metaverso se alimenta de vida. Se puede comer tu vida, la de tus hijos, constantemente conectados a internet y, especialmente, a las redes sociales, a Instagram, Facebook, Snapchat… y otros espacios virtuales donde desarrollan sus relaciones sociales con más ímpetu casi que en sus vidas reales, provocado posiblemente por la seguridad que les ofrece estar tras una pantalla.
Por tanto, es fundamental reflexionar sobre este asunto: el metaverso se nutre de vida, la real, la de los sentimientos, las inseguridades, los complejos, las alegrías, el dolor físico, el desarrollo personal… Ser conscientes de ello ya es un paso. Las consecuencias del protagonismo de internet y las redes sociales es los menores y adolescentes en pleno desarrollo están aún por ver en toda su dimensión. Ojo a esto.